Después del almuerzo de mediodía, entre la avenida de la Ciudad Universitaria, frente a la Facultad de Medicina, en la explanada al final de la cual se situaban las edificaciones estudiantiles de una planta en la vecindad de Agrónomos, se sucedían los enfrentamientos esporádicos con la policía hasta que el horario lectivo les iba reclamando.
Un día mis compañeros se acercaron a mí y me dijeron que había un hombre en el límite de la explanada delimitada por árboles y pequeños arbustos, tras los cuales se extendía y se perdía un territorio sin urbanizar, en actitud de observar..., así que nos dirigimos a él. Le dije que no era normal que una persona ajena a la Universidad permaneciese allí, y le pedimos su documentación de identidad, el carnet me pareció absolutamente anodino. Así que le aconsejé que se alejase de allí porque ése no era un lugar adecuado.
Y efectivamente comenzó a retirarse y alejarse. Pero no había dado muchos pasos, nosotros permanecíamos allí observándole cuando comenzó a murmurar y maldecir en voz alta, mientras seguía alejándose.