Textos II

LOS MONTALVOS 1971

          Por entonces la enfermedad remitía, al final de la planta había habitaciones vacías, así es que me dejaron una como estudio, para pintar, y allí me posaron para un retrato pintado del natural, Jervasio Protasio, José Minuesa y Pablito. Y también las flores situadas en las ventanas y que cuidaba la monja que llevaba la unidad.
          En la taquilla o armario de la habitación guardaba mis materiales y en el espacio entre las camas y las paredes colocaba mi trípode y mis modelos.
          Y ese mismo año participé en la exposición colectiva Jóvenes Realistas 1971-72, en la Galería de Fefa Seiquer, en la calle Huertas. Y en 1972 una individual en su Galería de la calle Santa Catalina, con algunas de las obras que hice en el hospital.

          El edificio es alargado, cuatro plantas con galerías cubiertas en toda su longitud, en la planta baja está la lavandería, los servicios, el salón de actos, el economato. Y se asienta sobre un campo llano y despejado que se va poblando de matorral y encinas a medida que te alejas un poco, después el terreno se vuelve ondulado y en el horizonte las montañas nevadas.
          La fachada con sus galerías engalanadas con guirnaldas en las fiestas del Hospital me recuerdan a un trasatlántico varado en la llanura.
          Este es el paisaje habitual en nuestro particular crucero hacia la curación clínica y el alta médica.
          El Hospital tiene otra fachada de cuidados jardines, la que vemos en el acceso y la que dejamos atrás en algún permiso.


Octubre 2015

JOSÉ MINUESA. 1971
PABLITO. 1971
JERVASIO PROTASIO. 1971

TAQUILLA. 1971
HABITACIÓN "ESTUDIO". 1971


VISTA DESDE LA GALERÍA. 1971


NOCTURNO. UNIDAD LOS MONTALVOS
Pluma/papel, 1971

GERANIOS
Lápiz/papel, 45 x 33,5 cm. 1971




UN PEQUEÑO MUNDO DENTRO DE UN MUNDO




          Cuando acababa la visita de los médicos la población empezaba a ocuparse de sus propios asuntos, ir al economato a proveerse de todo lo necesario para que no faltase de nada a la hora de la merienda y la cerveza del mediodía. El economato estaba atendido por dos personas que a mí me recordaban a Tip y Coll, por la diferencia de estatura, por su acento, por todo, vestían con corbata y un guardapolvo gris crema, una tienda de ultramarinos y frutas y verduras y vino quina Santa Catalina.


          El economato tenía un horario, y fuera de ese horario lo suplía la iniciativa privada. Un enfermo montaba un bar en la taquilla de su habitación, tenía una caja de botellines de cerveza con los que podía surtir a cualquier hora o al que por cercanía prefiriera acercarse aquí y animarse una tertulia.

          La tarde era para las partidas de dominó y de cartas en la barbería de Minuesa y en las terrazas los juegos de mesa, las damas y el ajedrez sobre mesas de camping en la galería. En las fiestas del hospital había un concurso de ajedrez y se presentaba uno que era muy bueno. Un compañero de planta tenía un libro sobre jugadas y el día antes se preparó a fondo y ganó el concurso. A esa hora de la tarde comenzaba en las habitaciones el ajetreo para los preparativos para la merienda, reunir los alimentos y condimentos guardados en las taquillas, sacar platos y cubiertos y preparar sobre un hornillo de camping-gas una tortilla de chorizo. En grupos indivuales, en parejas y sobre una mesa de camping en la galería exterior, una ensalada.
          Y cuando desaparecen los condicionantes, las inhibiciones culturales, o no existen, hay quien ha encontrado el mejor lugar para prepararse una tortilla a la francesa, el espacio alicatado de los baños y la mejor mesa en la taza de porcelana en un espacio luminoso porque los reflejos de los azulejos son blancos.


Hay dos clases de tiempo


          Hay un tiempo establecido por los hábitos hospitalarios y los comunes, aseo, alimentación, reposo en la habitación, el paseo de mediodía, la siesta, la merienda, la tertulia nocturna. Un tiempo reglamentado por el régimen y las necesidades hospitalarias y los hábitos establecidos por la costumbre.

          Y el resto del tiempo, dentro del ajetreo diverso y moderadamente bullicioso. El fotógrafo dejaba constancia del paso por allí al que se lo solicitaba. Algunos habían desarrollado la habilidad para la creación de caballos rampantes, artesanía que se transmitía de generación en generación, en base a la materia prima de simil-piel, se recortaba según el trazado de las plantillas, posteriormente se cosían las piezas y se rellenaban para conseguir el bulto y ya quedaban dispuestas para colocarse sobre el televisor.
          Después de la cena cuando se habían puesto en orden los asuntos más individuales, en los alrededores de la barbería de Minuesa donde había comenzado una partida, los miembros de la unidad se sentaban en el suelo de baldosa pues era lo más cálido porque la calefacción era de suelo radiante. La calefacción era por gloria. Comenzaba la tertulia nocturna y la comunicación en común. Hasta que sigilosamente van desfilando hacia sus habitaciones.


Un día más


          El Hospital tiene emisora propia, hay un altavoz que emite hacia el exterior desde las galerías, la dirige un residente que en su ciudad de origen es hostelero y aquí gran animador y líder en múltiples actividades. El repertorio discos, noticias, informaciones y avisos.

          Este pequeño mundo está organizado. Me dijeron de uno que va todos los días a la ciudad y te puede traer lo que necesites. Le encargué unos lapiceros que necesitaba y al siguiente día los tuve y con un estupendo estuche de hojalata esmaltado por añadidura.


          Las fiestas del sanatorio duraban una semana y la monja de nuestra unidad montaba una procesión en torno al hospital con una imagen portada sobre andas, y nos disfrazaba con un uniforme blanco y un pañuelo rojo al cuello. En las galerías se colocaban guirnaldas de flores y la población del hospital participaba en diversos actos y también en las obras de teatro en el salón de actos, la más exitosa "La barbería de Minuesa", en la que un hábil barbero afeita en serie a un grupo ayudado por un pinche que porta el jabón y nos enjabona a todos. En las fiestas participaban las visitas y los familiares del exterior.


          Un día por semana, tal vez el domingo, venía un autobús de línea que traía a los familiares y las visitas y venían con bolsas de provisiones y encargos y se llevarían el último caballito rampante salido de las manos de los artesanos. Era un acontecimiento que movilizaba a la población tanto de los que esperaban una visita y bajaban de las plantas para recibirlas como los que no esperaban a nadie pero salían a la barandilla de la galería para ver el ajetreo y el espectáculo desde allí.



          Yo era el pintorsillo, así me llamaba el cubano, el fotógrafo era el foti, y había alguno más un tanto despectivo, "el catedrático".



          Había un pabellón un tanto alejado con habitaciones individuales. Pero no hay duda en cuanto a la elección, las unidades tenían habitaciones dobles, donde el aislamiento estaba excluido y la comunicación era el mejor antídoto y el complemento para la salud.

          En realidad siempre pensé que fue una buena idea, la mejor, abandonar la habitación de mi casa.


2015


CARTELES PARA LAS FIESTAS DEL SANATORIO
Temple/papel, 76 x 51 cm. 1971


EMPLEADO DEL SANATORIO
Lápiz/papel, 44 x 31 cm. 1971




PARTIDA DE DOMINÓ EN LA BARBERÍA DE MINUESA
Pluma/papel, 40,5 x 30 cm. 1971


PARTIDA DE DOMINÓ EN LA BARBERÍA DE MINUESA
Pluma/papel, 40 x 30 cm. 1971



MERIENDA EN LA GALERÍA
Pluma/papel, 29,5 x 33 cm. 1971